Nuestras miradas esquivaron las tormentas y los truenos que al horizonte con furia devoraban todo a su paso, tal vez el momento enigmático de nuestras vidas fue aquel que nos fuimos engullidos por el más temible de los tornados apartándonos de todo y cercando nuestra libertad en un infierno caótico. La paz y el leve sonido del viento en nuestros oídos nos acogió fue entonces que vimos los cuerpos de todo ser vivo volar en círculos, todo cuerpo que iba desprovisto de su alma y sus rostros se podían ver expresiones de felicidad. Algo tan dulce de ver, tan apetecido por nosotros, tan placentero; sin duda un lugar digno para amar para perder la razón por las llamas de la pasión y caer derrotado ante la lujuria y el placer...
Nos apetece el amor que nos hace débiles, ese que nos hace sensibles al tacto de otro corazón y que nos devora a besos la piel y nuestros cuerpos. Nos apetece adentrarnos en el interior de un tornado solo para ver las almas de aquellos cuerpos deambular sin lugar a donde ir, sin salida alguna. Nos apetece deleitarnos en un baile lleno de sinfonía los gritos escalofriantes de almas en pena que hacen de este, nuestro deseo algo tangible como un amor verdadero...
By Andrés Arana
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