Andres Arana

jueves, 3 de julio de 2014

En las vías del tren..




Ese rojizo teñido en su piel, la gota de vida dibujando su figura, el alma palpita y se desvanece, sus ojos están perdidos y el placer invade mis sentidos...

Ella entre mis manos enredada, bebía de ese aroma que despedía a la niña dulce y tierna qué tanto perseguí en las vías del tren, ella sabía que me incitaba, me provocaba, era juguetona y me excitaba su sonrisa coqueta.

Ella ansiaba este día, lo sé, su mirada la delataba; Ella se paseaba por aquí y  sabía que yo estaría sentado en el techo del viejo vagón abandonado, allí esperando a verle de nuevo, ver su delicado torso, sus curvas pronunciadas, verla a ella...

El corazón late con fuerza y sus gemidos son la sinfonía que ansiaba escuchar, entre sus piernas un baile frenético, se ruborizan sus mejillas, sus orejas son más atractivas cuando estás tan cerca, su cuello es un delirio, sus senos son un placer besar, y entonces no aguanto más sus caderas van y vienen, las emociones, la textura de sus labios, sus manos apretarme fuerte y su cabello dibujar enredos, ya estoy loco por ella, ya estoy dejando la tierra...

Ese día pude entender el placer que era mirarla, entendí que el viento había enamorado nuestras esencias y qué la soledad e inocencia, hicieron de nuestra coincidencia, algo memorable en honor a esa niña que le gustaba jugar en las vías del tren...

Allí nunca se olvido al primer amor, tampoco supe su nombre, simplemente ella se fue en ese instante cuando retiraba lentamente mis manos de su delicado cuello, algo torcido...