Andres Arana

martes, 25 de marzo de 2014

Cuando en tiempo de guerra me encontrara yo, quisiera que tu nobleza privase a este hombre lleno de oscuridad y misterio, ya que perderé ante el destino quien me condena sin benevolencia a una eterna desolación sin un corazón, sin uno que palpite el amor, sin uno que añore las caricias, sin llanto, sin dolor... un nada sin sentir más que tu miseria....

Ya los cielos negros sin estrellas ni lunas, como si fuera que al sol le diera por perder su sensatez y se escondiera para siempre. Los pájaros ya habrán olvidado volar y su canto se perderá entre las copas de los arboles, se olvidaran de cantar y sin prisa la brisa se llevara el color desgarrará los cristales que invitaban a suspirar porque ya solo serán carbón  residuos de una vida agraciada...

Entonces tú, aquella mujer, dulce niña de humor impredecible a quien mis sentidos le honran un mar de emociones por su esencia, regálame  un suspiro que devuelva a mi alma la esperanza y aunque el desamor cubra de olas el mar o se bañe de furiosas tormentas no caeré ante las sirenas que doblegan la voluntad del corazón. Navegare eso es seguro, hasta ti y encontrare mi luna, las estrellas y el sol que el destino ha arrebatado de mi horizonte tantas veces...


Regálame un suspiro, niña de misterios gloriosos, de manjares y ríos de tesoros...

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